Cada miércoles tres furgonetas callejeaban por la ciudad de Potosí distribuyendo en los centros educativos 60.000 raciones de gelatina. Constituían una parte de los desayunos, comidas o meriendas de los alumnos de primaria y secundaria. Rut, es la gerente de la empresa familiar Provel, una fábrica que en su inicio envasaba agua. Amante de su país, sufre sabiendo que Potosí es el departamento más pobre de Bolivia y donde existe el índice más elevado de niños que carecen de una dieta saludable, lo cual desemboca en desnutrición, anemias y, por ende, problemas de crecimiento y cognitivos.
Rut ideó cómo aportar su granito de arena para mejorar la dieta de los niños en edad escolar y elaboró una gelatina enriquecida con extractos de frutas y verduras en su fábrica, consciente de lo trascendente que es mejorar el estado nutricional de los niños para mejorar el rendimiento académico. Tras arduas negociaciones y sorteando sobornos, logró la licencia para participar en el Programa de Alimentación Escolar boliviano (PNACE 2015-2020), implementando desayunos con su gelatina durante tres años.
Y, mientras Rut se abre paso entre la maraña burocrática, podemos acercarnos al humilde hogar de una familia. Marta es una de esas madres que enfrentan grandes dificultades. Cada día, su principal dilema al levantarse es si podrá ofrecer algo más que una infusión con pan para alimentar a sus hijos en el desayuno y la cena. Sus pequeños asisten a un club infantil de la Fundación Pan y Vida, en Bolivia, donde reciben refuerzo escolar. Sin embargo, los responsables del club han notado que los niños no rinden en sus estudios, no juegan y siempre parecen cansados.
Tras investigar la situación descubrieron que, al igual que muchos otros, estos niños no tienen acceso a alimentos saludables en casa y ya presentan síntomas de anemia. A pesar de los incansables esfuerzos de Marta por encontrar un empleo, sabe que tres cuartas partes de lo que gane se destinará a alimentar a sus hijos. Aun así, esa lucha diaria no será suficiente para evitar que el desayuno y la cena sigan siendo solo una infusión con pan. La pregunta es: ¿Qué hacer ante esta situación?
Niños de la Fundación Pan y Vida
Éste no es un caso aislado, 828 millones de personas pasan hambre en el mundo, de los cuales 162 millones son niños que sufren inseguridad alimentaria ligada al déficit académico. Extensos estudios han constatado la relación directa entre la desnutrición de los niños en sus primeros años de vida y una mermada capacidad de aprendizaje, peor afrontamiento de riesgos y gestión de problemas, y salud emocional precaria.
Por eso es importante que unamos esfuerzos para combatir la inseguridad alimentaria, desde distintos ámbitos, como pueden ser los gobiernos, destinando fondos a este problema y facilitando iniciativas que ayuden a combatir la pobreza, causa primaria de la inseguridad alimentaria; las empresas a través de la Responsabilidad Social Corporativa como el caso de Rut; y la sociedad civil como las ONG’s que aportan iniciativas creativas que ayudan a frenar la malnutrición, como la puesta en marcha de huertos caseros, la cría de gallinas, una piscifactoría comunitaria, una panadería que abastezcan a la comunidad de pan a un precio asequible, … Pero no podemos olvidar que éstas, y otras medidas que pudieran implementarse, tienen su impacto a medio plazo. Pero cuando los niños tienen hambre hoy, la única medida eficiente es darles de comer. Ésta es la función de los comedores sociales.
Y Alianza Solidaria está ahí, somos una ONG que se esfuerza por llegar a esos niños, como los hijos de Marta, que dormían con el hambre como compañera de sueños y que les costaba aprender más que a sus compañeros. Alianza Solidaria da esperanza a esas madres, alimentando diariamente a sus hijos para que tengan un futuro.
Te invitamos a sumarte, ya sea como persona individual o como empresa, para ayudar a erradicar el hambre que afecta a niños y niñas en situación de vulnerabilidad. Recuerda que donativos de 10€, 20€, 30€… lo hacen posible.
