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Según los datos disponibles de 2023, la tasa de natalidad a nivel mundial entre niñas de 10 a 14 años fue de 1,5 cada 1000 mujeres. En el área Subsahariana fue de 4,4 y en América Latina y el Caribe de 2,3; la segunda tasa más alta del mundo.

En Bolivia, uno de los países más pobres de Latinoamérica (junto con Haití, Nicaragua y Honduras), el Ministerio de Salud registró en 2023, más de 35.000 embarazos en niñas y adolescentes de entre 10 y 19 años. 2.119 casos corresponden a menores de 15 años. Estos datos son inquietantes, pero se vuelven dramáticos cuando conocemos las causas de estos embarazos y la historia personal que hay detrás de cada niña gestante. 

Causas del embarazo infantil y adolescente en Bolivia  

A nivel mundial se reconocen como causas intrínsecas  la falta de información y educación; el limitado acceso a métodos anticonceptivos; sistemas familiares desestructurados; la violencia sexual y los limitados recursos económicos.

En Bolivia podemos destacar, como factores específicos que propician embarazos en adolescentes:

  • La violencia de género normalizada.  En  2023 se denunciaron un promedio de 30 agresiones sexuales diarias (datos de la Coordinadora de la Mujer), y se estima que un 34,5% de las menores son víctimas de estupro e incesto.
  • Presión social. En las zonas rurales la maternidad precoz es reconocida socialmente y las adolescentes asumen su papel de “buenas mujeres”, según la tradición, a edades muy tempranas.
  • La pobreza. Esta, unida a contextos familiares inseguros, incluso violentos, empuja a las adolescentes a vender su cuerpo. Sin medios anticonceptivos a su alcance, ni atención médica adecuada, no es de extrañar que, más pronto que tarde, la adolescente quede embarazada.

Repercusión en las víctimas

Viviendo en este escenario ¿qué siente y cómo reacciona una adolescente cuando detecta que está embarazada?

El embarazo rompe la vida de una adolescente: interrumpe su educación y el desarrollo de su personalidad. La maternidad introduce de forma abrupta un cambio en su vida que tendrá repercusiones perdurables en ella a nivel emocional, psicológico y social.

La adolescente reacciona dependiendo de su historia personal, de su entorno familiar y su contexto social. En la mayoría de los casos el embarazo no es planificado, es producto de violencia sexual. Muchas adolescentes suelen postergar el afrontamiento de su estado porque no están seguras, ni se sienten capaces de responsabilizarse de la multiplicidad de roles “adultos” que tienen que asumir, y silencian la situación sufriendo en soledad su angustia y confusión, hasta ser descubiertas.

En el gráfico se muestran las reacciones que el entorno social puede adoptar ante el embarazo. Si predominan las reacciones de aislamiento, rechazo, crítica e invisibilidad, la menor generará un mayor concepto negativo de sí misma, baja autoestima, sintiéndose inepta, no solo para abordar su autocuidado durante el embarazo sino para emprender las nuevas tareas que requiere su maternidad. Ya no se siente capaz de desarrollar sus potencialidades, ni de lograr las metas y sueños que albergaba antes de caer embarazada.En el gráfico se muestran las reacciones que el entorno social puede adoptar ante el embarazo.Estrategias de afrontamiento  

¿Por dónde empezar la intervención y ayuda a estas adolescentes que sienten que su vida se ha roto? Una situación tan compleja requiere un abordaje integral. Sin negar que en el mundo existen organizaciones que abordan esta situación de múltiples maneras, concretamente en Bolivia, conocemos una entidad que hace un abordaje integral del problema con un gran impacto en la vida de las niñas.

La Casa-Hogar El Faro, apoyada por Alianza Solidaria, con más de 10 años de andadura, ofrece ayuda a niñas embarazadas y madres adolescentes, rescatándolas de situaciones críticas o de abandono.

De forma inmediata provee a estas adolescentes un lugar seguro donde cobijarse, atención médica y gestiona su situación legal.

Posteriormente las ayuda a continuar sus estudios, según su edad, y se las anima a formarse paralelamente en una profesión, haciéndolo compatible, primero con la gestación, y luego, con la maternidad.

El tratamiento psicológico es continuo. Inicialmente se atiende el trauma sufrido por la menor y, gradualmente, se aborda su identidad, sus fortalezas, sus habilidades, pensando en su futuro profesional, y se promueve que genere un vínculo sano con su hijo. 

El objetivo de cualquier programa que trabaje con este colectivo debiera ser:  ayudar a las adolescentes a superar su pasado, enfrentar su presente y que tengan un futuro como mujeres autónomas, capaces de sostenerse a sí mismas, de cuidar de sus hijos y preparadas para establecer relaciones familiares saludables.