
Kura cuando llegó a casa de Marko
Kura tenía solo 10 años cuando decidió cambiar su destino. Hoy, su historia inspira un proyecto que rescata a cientos de niñas masáis cada año. Descubre a continuación cómo huyó de la mutilación genital en medio de la sabana africana, y encontró refugio en el amor y la fe.
En el corazón de Tanzania, diseminados en la extensa sabana que circunda el Parque Nacional de Arusha, se asientan los boma o poblados masáis. En uno de ellos vive Jabari y su extensa familia. Su modo de subsistencia es su ganado, como ancestralmente lo ha sido para sus antepasados. Ello le permite mantener a sus tres esposas y varios hijos. Cuatro de ellos están internos en el colegio y su hija mayor, Kura, ya está finalizando los estudios primarios con muy buenas notas. Le disgusta estar separado de sus hijos, pero desea que vayan al colegio, aunque éste esté muy lejos de su poblado. La lejanía de la escuela, los polvorientos caminos y precarios e inconstantes medios de transporte, hacen imposible que los niños vuelvan a casa cada día, por lo que la mayoría de los niños en Tanzania estudian en régimen de internado y sólo vuelven a casa en vacaciones.
La sabana ensangrentada
Cada mañana, después de que sus esposas ordeñan las vacas, Jabari sale con su ganado hacia los prados custodiado por los moran (guerreros que ayudan a los pastores a proteger sus rebaños), y vuelve con la puesta del sol.
Pero un día el sol se puso en el horizonte y Jabari no regresó, ni él ni su ganado. Los moran regresaron heridos, y balbuceando cuentan lo sucedido: Jabari luchó, … eran ladrones, … intentó defender su ganado, … cayó muerto. La consternación invade la boma: Los hombres gritan de dolor, las mujeres lloran con amargura y los niños, contagiados por los lamentos, también sollozan sin comprender muy bien qué ha pasado.
Kura, ajena a la tragedia que vive su familia, permanece en el internado del colegio con sus tres hermanos. A sus 10 años sobresale por su interés en el estudio y su sueño de ser maestra. Los domingos asiste a la iglesia cristiana que está muy cerca del colegio. Allí conoce a Marko, el joven pastor, y a su esposa Susan. Escucha con ferviente devoción las historias sobre Jesús que el pastor Marko relata y abraza el cristianismo, abandonando las deidades y las prácticas religiosas masái.
El futuro de una niña huérfana
Un día, de forma inesperada, vienen a buscarla. De camino, regresando a su boma, la ponen al corriente de la situación familiar, y la de ella en particular: un tío suyo, responsable ahora de los hijos de Jabari, huérfanos y sin sustento, ha pactado su matrimonio y será mutilada genitalmente para casarse inmediatamente. En la primera ocasión que encuentra Kura se escapa a la sabana, buscando un lugar donde refugiarse. La pillan, y ella lo intenta de nuevo varias veces. Se niega a ser mutilada y a que la casen a cambio de unas vacas.
Cuando una niña se revela como lo hace ella es entregada a los moran, los jóvenes guerreros masáis del poblado, para que la violen como castigo a su pertinaz oposición a seguir la tradición y desobedecer a su tutor. La sacan del poblado y ella suplica a los guerreros que le permitan orar a su Dios y que después se dejará hacer. Ellos se lo conceden; y mientras Kura se arrodilla y ora a Dios los moran debaten entre sí quién tendrá el honor de ser el primero en violarla, pues es virgen. Se enzarzan en una discusión tan fuerte que desemboca en una pelea a muerte y Kura huye de nuevo. Esta vez es acogida por el pastor Marko y Susan. En su humilde hogar comparten sus escasos recursos con otras niñas masái que, al igual que Kura, huyen para no ser mutiladas.

Kura en la actualidad
Hace 10 años que ocurrió este episodio.
Marko y Susan continuaron acogiendo en su casa a niñas que huían de sus hogares para evitar la mutilación genital y ser casadas prematuramente.
Con el tiempo, con mucha fe, mucho trabajo y el apoyo económico de entidades como Alianza Solidaria surge el Centro de Rescate, que cada año acoge entre 250 y 300 niñas en riesgo de ser mutiladas genitalmente.
Kura ha acabado sus estudios superiores gracias a las donaciones de personas que apoyan este proyecto solidario. Vive con la familia de Marko como una hija más y, además de contribuir con las tareas del Centro, está haciendo prácticas de contable de abogado en Wasso, que está a 4 km de distancia.
Kura no pudo volver a su boma en ese momento. Su tío y su familia la repudiaron por no dejarse mutilar ni consentir el matrimonio, conforme a la tradición masái. Muchas otras niñas que han huido de sus hogares y han sido acogidas en el Centro de Rescate sufren el mismo dilema. Si regresan a sus hogares corren el riesgo de ser mutiladas más adelante, o ser repudiadas. En estos casos, el Centro de Rescate ha garantizado el sostenimiento de 50 niñas, cubriendo sus necesidades de atención sanitaria, alimentación y educación en régimen de internado para que construyan su futuro.
En esta ocasión Kura pudo salvarse y labrarse un futuro en libertad, pero cada año cientos de niñas se enfrentan a la misma situación. Tú puedes ayudar a que sus sueños prevalezcan sobre la tragedia.
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