Pedro, Esteban y Luis viven con sus padres y dos hermanos más, en una casa hecha con latas y madera. Cuentan con dos pequeños espacios como habitación; en el primero encontramos una cama doble donde duermen los padres con dos hijas de 4 y 6 años. En el segundo espacio hay una cuna en la que duerme Luis de 8 años (quien es pequeño para su edad) y un sofá (pegado contra una de las paredes) que comparten los dos hermanos mayores Pedro de 13 años y Esteban de 15.
Como Pedro, Esteban y Luis, Semilla de Trigo-Colombia (apoyados desde España por Alianza Solidaria y Semilla de Trigo-España) impacta a 800 niños de algunos de los lugares de mayor vulnerabilidad de Colombia. El 80% de estos niños habitan en condiciones de extrema pobreza subsistiendo con un mínimo de recursos que no logra suplir sus necesidades básicas.
Una de las características de los hogares en los que habitan estos niños es el no contar con un espacio adecuado para dormir. Los niños duermen en condiciones de hacinamiento, en pequeños espacios en donde duermen 6, o hasta 12 personas. Una cama pequeña puede ser compartida por tres o más miembros de la familia; se adaptan sofás reciclados como camas o se duerme en el piso sobre una colchoneta o una manta.
A todo lo dicho debemos añadir que las particularidades de las construcciones no propician por si mismas un adecuado descanso en los niños: casas o chabolas construidas con materiales como lata, cartón o madera, (entre otros) son adaptados para levantar paredes que no protegen del frio, la lluvia y el polvo de calles no pavimentadas.
No contar con una cama o un espacio individual para su descanso afecta en varios aspectos a los niños. En primer lugar, no les permite descansar adecuadamente, lo que interfiere en los procesos de desarrollo neuronal que se generan al dormir, esto afecta el crecimiento, la concentración, el estado de ánimo y el rendimiento escolar. Por otro lado, les hace potencialmente más vulnerables a sufrir abusos al compartir cama con abuelos, hermanos entrados en la adolescencia, y/o con sus padres y las parejas de estos.
Andrés y Ana, son otro ejemplo de lo que decimos. Forman parte de una familia compuesta por los abuelos paternos, el padre y cuatro hermanos. Todos duermen en un pequeño espacio de un inquilinato con dos habitaciones; en una de ellas hay una cama doble que es compartida por los abuelos y las dos hermanas menores de 7 y 5 años; de debajo de esta cama en las noches sacan un colchón donde duermen el padre con los hermanos mayores de 11 y 9 años.
Hoy tenemos 39 niños apadrinados desde España, de estos el 25 niños (65%) no cuentan con una cama propia. El costo de una cama es de 45 € y el de una litera 75 €.
¿Crees que podrías contribuir a que unos de estos niños pueda disponer de una cama para su descanso y seguridad?