Si tuvieras la oportunidad de pasearte por uno de los campos de refugiados donde opera nuestra contraparte en Líbano te sorprenderías por la cantidad de niños que están en la calle. Muchos de ellos han sido abusados y son víctimas del tráfico de personas. Nosotros hacemos lo que está en nuestra mano para ayudar a estos niños con ropa de abrigo, calzado, comida y otras necesidades básicas. Sin embargo, uno de ellos me impactó especialmente.
Ibraham tiene 10 años de edad y siempre está de pie en el aparcamiento donde normalmente estaciono. Un día le pregunté: “¿Qué es lo que estás haciendo aquí?” y me respondió: “Trabajo en este parking de 7:00 a 21:00 con lo que el propietario del parking me paga 20$ por semana”. Le pregunté: “¿Por qué trabajas?” y él me respondió: “Mi padre nos abandonó y tengo que mantener a mi madre y a mis hermanos pequeños. Huimos de la guerra en Siria y ahora soy el único capaz de trabajar y alimentar a la familia”. Desde entonces nos hicimos amigos y le visito diariamente en el aparcamiento donde trabaja cuando voy a aparcar. Le doy algo de dinero y ropa de abrigo, y hablamos un poco cada día.
Mi corazón se quebranta al ver estos niños en las calles, con tanta responsabilidad y cargas sobre sus hombros. Son tan jóvenes y tan necesitados de amor, atención y educación. ¡Les han robado su infancia, y a los 10 años de edad ya tienen la responsabilidad de alimentar y mantener a sus familias! Cuando le doy algo de comida, siempre lo guarda y me dice: “Lo voy a guardar para más tarde para compartirlo con mis hermanos”.
Abdo, en cambio creció en una familia formada por su padre, su madre y sus seis hermanas. La madre deseaba tener un hijo varón ya que, según su cultura, si no tienes un hijo varón, no eres aceptado. Esta situación también le ofrece al marido una excusa perfecta para poder irse con otra mujer que le pueda dar un hijo que perpetúe el nombre de su familia.
Cuando Abdo nació, hace 7 meses, su madre estaba eufórica. Confiaba que el hecho de haber tenido un hijo varón ahora, a los 45 años, iba a proporcionarle mayor seguridad. Sin embargo, Abdo nació con un peso por debajo de lo normal y con gran cantidad de problemas de salud.
Hace 4 meses recibí una llamada de su madre suplicándome que le ayudáramos. Abdo requería atención médica inmediata. Había sido hospitalizado y no podían afrontar el coste del tratamiento. Hicimos lo que pudimos para darle cobijo y oramos juntos por Abdo. El frío y el invierno empeoraron la situación, ya de por sí critica, y desafortunadamente Abdo murió. Fuimos a visitar a la madre para llevarle algunas palabras de consuelo. Obviamente estaba inconsolable en aquellos momentos, pero sí que me dio las gracias por toda la ayuda, las oraciones y el apoyo que le habíamos dado.
La familia dejó su hogar en Siria, y ahora están viviendo en una tienda. El padre no permite que las hijas salgan de la tienda, ya que teme por su seguridad y bienestar (secuestros, violaciones, etc.).
La situación actual en Siria, como todo el mundo sabe, es realmente difícil. La hija mayor me dijo que su sueño sería volver a su casa, aunque sólo fuera por un día y luego morirse.
No son historias fáciles de contar pero esta es la realidad para miles de personas que esperan se abra un rayo de esperanza en sus vidas. Y nosotros, ¿Qué podemos hacer? Hay dos cosas que están a nuestro alcance:
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Orar por ellos y por aquellos que están trabajando a su favor.
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Dotar de recursos a quienes por amor al Señor y a ellos están gastando sus vidas en su servicio.
También puedes hacer tu donativo para ayudarnos a seguir ayudando.