Durante la pandemia, muchos niños fueron rescatados por maestros como Carlota, quien al ver que Victoria, su alumna, se quedaba fuera del sistema educativo, decidió visitarla en su casa e impartirle clases presenciales y apoyo emocional a toda la familia.
Carlota Dueñas está casada y tiene un hijo. Antes de la pandemia cuidaba de su familia. La producción de la empresa en la que trabajaba su marido se redujo, con lo que los ingresos económicos casi desaparecieron. La escuela Mahanaim pudo contratarla como maestra, profesión para la que estaba formada, y con ello pudieron resolver su situación financiera.
Volver a trabajar fue un reto para ella, y hacerlo a través de clases virtuales y plataformas online, lo dificultó aún más. Cada día había nuevas cosas que aprender, nuevas estrategias que crear, materiales y recursos que preparar… tratando de alcanzar, en la medida de lo posible, a todos sus alumnos. Una parte fue autoaprendizaje; otra, hacer tutoriales por Youtube, preguntar a quienes conocían mejor las herramientas virtuales y la capacitación que se le ofreció a través de ASCI Latinoamérica. Comenzó sólo con su teléfono móvil con poco acceso a internet. El centro pudo donarle un ordenador antiguo, que aún hoy tiene problemas para adaptarse a las necesidades que presenta la enseñanza a distancia. Aunque se ha retomado la enseñanza semipresencial, todavía hay clases virtuales para compensar todas las horas perdidas en los cursos pasados. El Equipo Directivo brindó toda la ayuda posible, desde al acceso a la tecnología hasta la formación que requerían los maestros.
Para Carlota, fue difícil mantener la motivación de los niños. Ellos necesitaban el contacto con otros niños y con su maestra. Muchos de los padres, carecían tanto del tiempo como de la formación necesaria para compensar estas necesidades. Además, muchos niños no tenían, y aún no tienen acceso a internet, ni herramientas básicas, como móvil, ordenador o Tablet, para continuar sus estudios desde casa. ¿Qué hacer? ¿Cruzarse de brazos y permitir un mayor desfase curricular en estos alumnos?
Hubo que establecer diferentes estrategias según los recursos de los que disponía cada alumno. Para algunos, la comunicación sólo fue por llamadas telefónicas; para otros, videollamadas; otros podían descargar vídeos con las actividades; algunos sólo podían descargar audios; para otros hubo que preparar materiales específicos en papel y acercarlos personalmente al hogar del alumno para poder trasmitirle la tarea.
Esta situación también desbordó a los padres tanto a nivel académico como familiar. Los niños tienen mucha energía que es difícil encauzar cuando están encerrados en casa y no pueden ir al colegio. La falta de recursos personales y tecnológicos para algunos era un quebradero de cabeza que no podían solucionar, y para otros, un problema que no podían abordar, ya que todas sus energías estaban dirigidas a lograr los alimentos necesarios para poner en la mesa. Para muchos lo más fácil era desescolarizar a sus hijos para ahorrarse estos problemas. Desde la escuela, tuvo que hacerse una labor importante para concienciar a los padres de la importancia del esfuerzo extra que había que hacer desde el centro, pero también desde casa.
Victoria fue una de estas niñas. A causa de la situación familiar tan complicada ni si quiera quería estudiar de forma virtual. Su padre y su madre perdieron el empleo por el confinamiento. No sabían apoyarla y, finalmente, optaron por desescolarizarla. Carlota decidió visitarla, hablar con sus padres, y realizar clases presenciales en su casa, cubriendo sus necesidades pedagógicas, emocionales y espirituales.
Ahora que la situación se está estabilizando no desaparece la necesidad que tiene el centro de poseer un aula de informática dotada, que permita a los alumnos formarse en el uso de estas herramientas, y mejorar este aspecto tan importante, y ya imprescindible, de la educación actual.
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