Un guerrero masái, agente de cambio dentro de su propio pueblo
Marko apaga su viejo ordenador al final de una larga jornada en el Centro de Rescate y recorre cada rincón asegurándose de que todo esté en orden. Hoy ha diseñado el plan de visitas para los próximos meses. Mientras tanto, su esposa Susan acompaña a Nawaal (“regalo”), la última niña que ha llegado al centro llorando desconsolada.
De moran a defensor de los derechos humanos
Marko es masái. A los 8 años soñaba con convertirse en moran, un guerrero preparado para preservar las tradiciones de su pueblo y defender los ganados de los peligros de la sabana. Su identidad como guerrero sigue intacta, pero su misión cambió radicalmente.
Tras un encuentro con Dios y al abrazar el cristianismo, tomó conciencia de que algunas prácticas de su comunidad vulneraban los derechos humanos. La más devastadora de todas: la mutilación genital femenina (MGF), que amenaza la vida de niñas y adolescentes y deja cicatrices físicas y emocionales para siempre.
Desde entonces, como guerrero incansable, dedica todas sus fuerzas a un propósito: reducir la incidencia de la MGF en su comunidad.
Conversaciones que transforman tradiciones
Ataviado con su tradicional shuka roja, Marko visita los asentamientos masáis (bomas) para dialogar con padres, guerreros, ancianos y jefes espirituales (ol-oibonis).
El saludo inicial es parte del ritual: un apretón de manos acompañado de saliva en la palma como símbolo de buenos deseos. Después, largas conversaciones en las que propone alternativas seguras al rito de paso de niña a mujer, manteniendo el respeto a la cultura pero eliminando la práctica nociva de la mutilación.
Aunque a menudo recibe la respuesta: “siempre se ha hecho así”, la paciencia y la perseverancia son sus mejores aliadas. Su estrategia es clara: generar reflexión interna entre los líderes tradicionales para impulsar un cambio sostenible desde dentro de la comunidad.
Un refugio para sanar y construir futuro
En el Centro de Rescate, el trabajo es inmenso. Cada niña llega con una historia de dolor, y allí se les ofrece atención psicológica, protección y la oportunidad de continuar sus estudios.
También se trabaja con las familias: se las recibe con respeto y se les anima a recuperar a sus hijas, comprometiéndose a protegerlas y renunciar a la mutilación. Pero no siempre se logra.
El padre de Nawaal, por ejemplo, sigue aferrado a la tradición. Aunque la MGF está prohibida en Tanzania, insiste en mutilarla para casarla a cambio de ganado. En casos así, la niña permanece en el centro y se garantiza su formación.
El Jeep siempre listo
Marko vive en alerta constante. La MGF se practica de forma clandestina, especialmente en vacaciones, pero también en cualquier momento. Ante una llamada de emergencia desde un poblado remoto en el valle del Ngorongoro, él y la Policía local parten de inmediato para rescatar a una niña, siempre con la esperanza de llegar antes de que sea demasiado tarde.
El desafío económico
La misión no se sostiene sola. Cada mes es necesario cubrir gastos esenciales:
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Alimentación y ropa para las niñas.
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Traslados médicos de emergencia.
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Mantenimiento del Jeep para rescates y visitas a comunidades.
Aquí es donde la solidaridad juega un papel vital. En España, el proyecto es conocido como Rescate Masai y cuenta con el apoyo de Alianza Solidaria, que canaliza donaciones de particulares y empresas comprometidas con esta causa.
Tú también puedes cambiar vidas
Gracias a iniciativas como la de Marko, muchas niñas logran escapar de un destino de dolor. Pero aún queda mucho por hacer.
👉 Con tu apoyo, más niñas podrán crecer libres, estudiar y soñar con un futuro distinto.