José vive con su madre y sus hermanas, de 7 y 2 años, en una casa que era de su abuela y sus tíos, porque no pueden permitirse pagar un alquiler. Su padre los abandonó cuando él tenía 7 años. La madre de José no tiene un trabajo estable, por eso él sale cada día a recoger plástico y así poder llevar algo de dinero a casa para comida.
“Mi mamá sale a limpiar casas o me ayuda a recolectar plásticos, y con lo que ganamos solo podemos comprar un poco de yuca o pan, porque todo es costoso. Mi mamá se lo da a mis hermanas porque en la noche nos da mucha hambre”, cuenta José.
El tener que trabajar impide que José vaya a la escuela, y apenas hace las cosas de un niño de su edad, excepto en contadas ocasiones, cuando “mis hermanos mayores, que se fueron a Colombia, nos envían algo de dinero, y eso me llena de felicidad porque no me toca trabajar mucho y puedo jugar con mis amigos”. Los mejores momentos de la semana son “los días de comedor, cuando nos vamos caminando a la iglesia Casa de Oración. Tardamos 2 horas y llegamos cansados y con mucha hambre pero, gracias a Dios, encontramos el almuerzo completo, sabroso y caliente”, explica José.
Antes de participar en el programa del comedor, José presentaba una desnutrición severa para su edad, solo pesaba 20 kilos y medía 133 cm, parámetros que, según la clasificación pediátrica de la OMS, aun considerando factores genéticos, indican que es un adolescente con bajo peso y talla para su edad.
Según la nutricionista del centro, desde que va al comedor, José “ha recuperado peso y masa muscular y su peso actual es de 24 kilos, gracias a la dieta nutritiva, equilibrada y rica en proteínas que necesita. Aún está bajo de peso, pero he observado progreso si se compara con el inicio del programa de alimentación y sobre todo anímicamente ha demostrado una notable mejoría”.
José está feliz yendo al comedor porque “la comida es muy rica y me gusta mucho. Y también compartir con los demás niños después de comer, porque jugamos mucho. Además, me han enseñado la Palabra de Dios y a orar por los alimentos”.
Desde Alianza Solidaria, os damos muchas gracias por vuestra ayuda y nos unimos a la petición de José: “Por favor sigan enviando ayuda para Venezuela, aquí hay mucha hambre, no imaginan cuánta. Sobre todo hay muchos niños que no tienen qué comer. Un vecinito murió porque no comía y estaba muy flaquito”, nos dice.
Este programa de alimentación es una bendición para José, igual que para los otros niños. “Soy bendecido por estar en este comedor y gracias a ustedes que desde España nos están ayudando. Dios los Bendiga y los guarde”, termina diciéndonos.
Ayúdanos a seguir manteniendo el comedor social donde acude José.