Skip to main content

Omar no solo está aprendiendo a leer. Está aprendiendo a soñar, a confiar, a levantarse. Su historia es un recordatorio de que, a veces, un pequeño impulso puede transformar una vida entera.

familia de Omar llegó al colegio, tenía apenas ocho años

Cuando Omar llegó al colegio, tenía apenas ocho años y cargaba sobre sus hombros un peso que muchos adultos tardan años en aprender a sostener. Era un niño callado, de mirada baja y pasos lentos, como si cada día le costara un poco más que el anterior. Había repetido primer grado dos veces en otra institución y su asistencia irregular, producto de los problemas familiares, lo había dejado muy por detrás de sus compañeros. Le costaba leer, presentar tareas y, sobre todo, creer en sí mismo.

Omar vive con su madre y su hermanito menor en una pequeña vivienda de una sola habitación. Su mamá, que lo tuvo cuando apenas tenía 16 años, hace lo posible por sostener a la familia, aunque sin un empleo estable. A veces consigue trabajos temporales como vendedora ambulante, y otras veces depende del apoyo de su propia madre para cubrir lo básico. Los recursos no alcanzan para material escolar ni para acceso constante a internet, y la ausencia del padre deja aún más responsabilidades sobre sus hombros.

En este contexto, Omar crecía en silencio. No se quejaba, pero tampoco avanzaba. El colegio se convirtió en un desafío que no sabía cómo enfrentar.

Todo comenzó a cambiar cuando ingresó al programa de apadrinamiento de ayuda a la infancia en situación de vulnerabilidad apoyado por Alianza Solidaria. Lo primero fue brindarle lo que nunca había tenido: un kit escolar completo, cuadernos nuevos, lápices, colores… herramientas sencillas que, para él, significaban esperanza. Después, empezó a asistir a clases de refuerzo dos veces por semana, donde se trabajó especialmente en estrategias de lectura y comprensión.

Al inicio, Omar leía despacio e inseguro. Pero nadie lo presionó; se le dio tiempo, paciencia y acompañamiento. La psicóloga del Centro descubrió que el niño presentaba un ritmo de aprendizaje lento y que la falta de apoyo en casa afectaba su avance. Con eso en mente, comenzaron sesiones de acompañamiento emocional, diseñadas para fortalecer su confianza y reducir su ansiedad frente al aprendizaje.

Paralelamente, se le animó a participar en actividades grupales y culturales. Al principio iba con timidez, pero poco a poco comenzó a integrarse. Una sonrisa tímida empezó a asomarse en su rostro cada vez que lograba leer una frase completa sin detenerse.

El colegio se convirtió en un desafío que no sabía cómo enfrentar.Y entonces, en apenas pocos meses, ocurrió algo hermoso.

Omar, el niño que temía al aula, empezó a leer en voz alta con seguridad. Su comprensión lectora mejoró notablemente, su asistencia se volvió regular y, por primera vez, levantó la mano para participar en clase. Los profesores lo vieron transformarse: ese pequeño que antes se escondía ahora quería aprender. 

Su mamá también lo notó. Un día, con ojos brillantes, contó que Omar ahora llega a casa motivado, abre sus cuadernos sin que nadie se lo pida y dice con una convicción nueva:

“Mamá, yo quiero ser doctor.”

Ese sueño, que parecía imposible hace unos meses, hoy toma forma. No porque su vida haya dejado de ser difícil, sino porque alguien creyó en él lo suficiente como para darle una oportunidad.

Y esta transformación apenas comienza en la vida de Omar. Apadrinar un niño o niña hace posible que reciban atención personalizada, que puedan ser vistos y acompañados en todas las áreas de su vida. 

¿Te animas apadrinar un niño, o una niña, y darle una oportunidad?

Donar
¡Y haz que su vida funcione!
Alianza Solidaria
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.