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Marta, una niña venezolana que vive en las inmediaciones de Maracaibo, acostumbraba a visitar a Lucía, la mujer del pastor de la iglesia, para saludar y pasar un rato. Lucía solía darle una fruta, una galleta, un pancito, etc. Uno de esos días, no había nada en casa y no le dio nada. Cuando Marta se marchaba, a escasos 50 metros se desvaneció. Lucía fue a socorrerla (es enfermera) y descubrió que hacía dos días que no había comido absolutamente nada, porque no tenían nada que comer. Estamos comentando un hecho ocurrido en 2016 y que unido a la realidad circundante de necesidad creciente en Venezuela, fue el detonante de la puesta en marcha de los comedores sociales.

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No siempre somos conscientes de lo terrible que es el hambre. La falta de alimentos de forma continuada genera estados de desnutrición con consecuencias graves, a veces incluso irreversibles, en la población afectada. Los más vulnerables son los niños por debajo de 10 años y las madres embarazadas y lactantes.

Cuando un niño nace el proceso de desarrollo no acaba, sino que todavía algunos órganos seguirán madurando y desarrollando sus capacidades. Si un niño no recibe los nutrientes necesarios (tanto en cantidad, como en cualidad) el desarrollo de estos órganos se va a ver afectado. Entre estos se cuentan el sistema inmunitario y el cerebro como los más importantes.

En los niños con desnutrición se puede observar que no crecen, están tristes, no juegan, no quieren comer, lloran con facilidad, y se enferman muy fácilmente. Su peso y su estatura están por debajo de lo que correspondería a su edad, se marean, se fatigan, están débiles y tienen problemas de aprendizaje y desarrollo intelectual.

Cuanto más pequeños son los niños, mayor es el impacto que tiene la desnutrición sobre ellos. Por eso nos hemos propuesto atender, fundamentalmente a niños hasta 10 años. Nos preocupa también la repercusión que puede tener en sus posibilidades de futuro, ya que la desnutrición crónica afecta a su desarrollo intelectual y esto puede restarles posibilidades laborales más adelante.

A los niños que se admitió en los comedores se les hicieron mediciones ponderales para establecer objetivamente su grado de nutrición. Sólo el año pasado atendimos a más de 800 niños. Nos anima a continuar ver los resultados: En los últimos 6 meses del comedor el 64% de los niños aumentó su peso respecto al de su inicio; el 12%, se mantuvo en el que tenía y el 25% bajó de peso. Nos preocupa este último dato porque evidencia que estos niños, aparte de la comida que reciben en el comedor, no reciben absolutamente nada en sus casas. Y nos preguntamos: ¿Qué sería de ellos si no la recibieran?

Nuestro Programa de Alimentación está centrado, en estos momentos, en dos situaciones críticas: Venezuela (cuya situación se agrava y degrada de día en día) y en el Líbano, en los Campos-Refugiados (con quienes trabajamos desde 2014 y que no tiene visos de acabar). En ambas situaciones trabajamos enfocados en las necesidades de los niños.

Te animamos a colaborar con este programa, para que podamos seguir proveyéndoles de un plato de comida cada día a estos niños/as.

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