Lamentablemente, casi cada año la naturaleza se desata y desencadena desastres que hunden regiones, incluso países, en la desgracia de ver todo perdido en un abrir y cerrar de ojos.
Claro que no todas las situaciones son iguales. Hay países que tienen capacidad de respuesta y potencial económico como para hacer frente a las consecuencias de la catástrofe. Es el caso de Japón con el último terremoto que ha sufrido. Pero en el caso de Ecuador, la situación es muy diferente.
Ecuador no es precisamente un país rico; el nivel de pobreza supera en las zonas rurales el 40%. Podemos hacernos una idea de cómo ha afectado el terremoto a muchas familias que pueden haber perdido familiares, tener a otros heridos o haberse quedado sin cobijo.
En estos momentos lo más inmediato es levantar los escombros para salvar a aquellos que, estando vivos, han quedado atrapados entre los escombros. Pero, sobre todo, retirar los cadáveres que dado el calor que hace, están ya en un avanzado estado de descomposición, lo que hace que la atmósfera sea irrespirable. Es lo que nos dicen los testimonios de afectados a los que hemos tenido acceso. El propio presidente del país ha hecho un llamamiento internacional. Y ésta ha llegado. Las mismas fuentes nos dicen que, de momento, las necesidades de agua y comida están cubiertas. Pero, es de esperar que las administraciones prioricen sus recursos en reponer las infraestructuras dañadas para que el país vuelva a funcionar.
¿Quién ayudará a los pobres que lo han perdido todo a rehacer sus vidas? Es aquí donde quisiéramos incidir nosotros. Nuestra relación con Ecuador es cercana. Puede que en nuestro entorno haya ecuatorianos, ya que es la comunidad latina más numerosa en nuestro país. Pero aunque así no fuera, una emergencia de este tipo requiere una respuesta solidaria que ayude a paliar las consecuencias del desastre.
Si el Señor pone en vuestro corazón ayudar en esta situación, podéis hacernos llegar vuestros donativos a la cuenta de Alianza Solidaria indicando el motivo «Ecuador»