Refugiados
Con este programa pretendemos ayudar a suplir las necesidades básicas (refugio, comida, agua, ropa, materiales de higiene, etc.) de la población desplazada y/o refugiada, que huyan por causa de la guerra, persecución política o por motivos religiosos, y que se hayan establecido en destinos próximos a su lugar de origen.
Y ofreciendo a los niños lugares donde puedan adquirir conocimientos académicos, talleres donde puedan aprender un oficio y espacios lúdicos que faciliten su desarrollo.
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Historia
En 2014, cuando empezaron a llegarnos noticias de las actividades del entonces conocido como ISIS, hoy día DAESH, es decir, las intervenciones del ejército islámico contra la población cristiana en Irak y los desplazamientos forzosos que se estaban llevando a cabo, fuimos los primeros en comunicar estos hechos, y establecer líneas de ayuda a estas personas que se veían forzadas a dejar su hogares y emigrar a sitios más seguros.
A esta situación se unió, un poco más tarde la guerra en Siria, con los mismos efectos de desplazamiento de población, fundamentalmente a Líbano.
Sólo años más tarde Europa empezó a ser consciente del problema por la llegada masiva de refugiados a nuestras fronteras, lo que ha desencadenado actitudes diversas entre la población.
Por nuestra parte decidimos optar por ayudar a los refugiados en origen ya que es la población más vulnerable. Los que tienen recursos económicos, o son profesionales, o hablan idiomas, emigran a Europa. Los que no tienen estos recursos se quedan en los países limítrofes más próximos a su tragedia.
En principio ayudamos a Iglesias de Erbil (capital del Kurdistán y lugar de afluencia de población desplazada del resto de Irak) con la acogida de refugiados, proveyendo alimentos, cobijo y atención a necesidades básicas.
Después empezamos a trabajar en un campo de refugiados en Líbano, centrándonos en la infancia, la población más vulnerable. Un hecho trágico es que cuando una mujer no se alimenta adecuadamente, no tiene leche y los niños recién nacidos no pueden comer otra cosa, lo que hace que la tasa de mortalidad de los recién nacidos en los campos de refugiados sea altísima. Sabiendo todo esto se puso en marcha un programa para ayudar en la alimentación y atención sanitaria a niños y niñas menores de un año que sus madres no pudieran alimentar.
Al trabajar con estas mujeres detectamos que, muchas de ellas, estaban en esa situación porque se habían quedado solas con familias a su cargo, sin formación para sostenerlas y viviendo en un país extraño. Esto nos llevó a colaborar en la implantación de Talleres de Formación en profesiones que pudieran darles las habilidades necesarias (costura, peluquería, bisutería, cocina, pastelería, etc.) para poder valerse por sí mismas.