Historia
Los resultados de la primera encuesta sobre trabajo infantil realizada en Perú por el INEI sobre la actividad económica coloca al país entre las naciones con mayor tasa de trabajo infantil en la región. Esta cifra equivale al 42% de la población nacional en esa edad. Más de dos millones de trabajadores tienen entre 5 y 13 años. Desgraciadamente estas cifras no se han modificado ostensiblemente en los últimos años.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática, el 66,7% de los niños entre 5 y 13 años se dedican a la agricultura, la ganadería, la pesca y la minería; y el 70% de los niños que trabajan lo hace en condiciones consideradas peligrosas. Esto quiere decir que realizan trabajos que “están poniendo en peligro su salud, su seguridad y su educación”.
Es esta realidad la que se encontró también el equipo de Turmanyé en la ciudad de Huaraz en 2.010, donde existen alrededor de unos 400 niños, adolescentes y jóvenes mayores de 7 años (de los cuales el equipo de Turmanyé conocía personalmente a unos 200) que realizaban trabajos en la calle en condiciones de precariedad, y de riesgo físico y social, pasando gran parte de sus vidas en la calle. La mayoría de estos niños se encontraba mendigando, realizando pequeños trabajos como limpiabotas y vendedores ambulantes, habiendo abandonado su formación académica y con trasfondos de conflicto familiar, desamparo o pobreza extrema. Todo esto no solamente suponía que sus perspectivas de trabajo fueran escasas y deficientes, sino que además, el hecho de pasar tanto tiempo en la calle les hacía susceptibles de caer con frecuencia en la delincuencia, la drogadicción y/o la prostitución.
La problemática que se detecta en este colectivo se centra en:
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Desestructuración familiar (hogares conflictivos, niños huérfanos o en situación de abandono) y falta de modelos, principalmente del varón.
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Ausencia de hábitos y valores elementales (horario, perseverancia, responsabilidad, respeto a la autoridad, etc.) por haber tenido que trazar su rumbo de vida por sí mismos.
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Baja autoestima, causada muchas veces por abuso de terceros, que les dificulta mirar al futuro con esperanza y buscar cambios constructivos para sus vidas.
Ante esta situación y debido a la ausencia de programas específicos estatales destinados a esta población, en el 2.004 el equipo de Turmanyé elaboró un proyecto denominado Chicos de la Calle cuyo objetivo fue generar oportunidades para la transformación integral de este sector de la población en riesgo social (niños, adolescentes y jóvenes trabajadores de la calle) facilitando el paso progresivo de la situación de calle a su integración social, educativa y laboral en la sociedad.
En primer lugar, en 2004, se llevaron actividades regulares entre ellos con el propósito de conocerles y generar relaciones de amistad y confianza.
En segundo lugar, en 2005, se decidió intervenir a través de la puesta en marcha del Centro de Formación Ocupacional. En él se impartían talleres con el objetivo de proveerles de una alternativa formativa y laboral.
En tercer lugar, se abrió el Centro Recreativo y de Apoyo Social Turmanyé, donde los chicos podían desarrollar actividades de forma más estructurada. El Centro estaba abierto durante 3 horas al día y los chicos trabajadores tenían libertad para asistir, jugar, leer, charlar, como si fuera el salón de su casa. De esta forma, nos ganamos su confianza y su amistad.
Nuestro sueño para los más pequeños fue que siguieran con su educación regular y que los padres de familia tomasen conciencia de la ilegalidad de enviarlos a trabajar en las calles. En cuanto a los mayores, aspirábamos a trabajar en coordinación con otras instituciones públicas y privadas que nos ayudasen a ofrecerles alternativas laborales reales y dignas para que pudieran salir de las calles.