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Aban jugando al fútbol

Aban tiene catorce años. Es alegre y seguro de sí mismo; le encanta el deporte y, como muchos niños, de pequeño soñaba con ser un gran futbolista. Ahora su meta es llegar a ser profesor de primaria, pero, sobre todo, “ser un hombre con dignidad, independiente, capaz de valerme por mí mismo, sostener mi propia familia y ayudar a otros.” comenta Aban.

Es un excelente estudiante que, en pocos años, superó a compañeros que le llevaban mucha ventaja cuando los conoció.

Los profesores y responsables del proyecto ponderan sus capacidades intelectuales tanto como su calidad humana. “Él es diligente en todas las tareas encomendadas, alguien que busca la excelencia en todo lo que hace. Como es un buen carpintero, le delegamos la enseñanza de carpintería a otros chicos. Por eso cuenta con todo nuestro apoyo en el propósito de ser profesor y estamos convencidos de que lo conseguirá”, expresa Izdihar, la responsable del proyecto.

Aban nació en un campo libanés para refugiados sirios. Su familia la forman ocho personas que se hacinan en una tienda de campaña con solo dos habitaciones. Todos están ilegales en el Líbano, y tienen que luchar cada día por sobrevivir. No fue registrado al nacer y por eso no tiene acceso a la escuela pública. Sus padres descartan cualquier posibilidad de educación escolar; no la pueden costear. Nunca le alentaron a estudiar, al contrario, tuvo que trabajar desde que tiene memoria, y tiene que entregar en casa todo lo que gana.

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Aban comenzó la primaria con 11 años

Con once años, sin autorización paterna, empezó a ir en un colegio que Alianza Solidaria apoya a través del proyecto de Refugiados. Trabajó en tareas agrícolas de cuatro de la madrugada a ocho de la mañana para estar en la escuela a las ocho y media. Contó con profesores amables, respetuosos y pacientes que le ayudaron a recuperar su déficit de conocimientos.

“Todos los días estudiaba en casa con esfuerzo, pero a mi padre eso le molestaba. Una noche me arrebató los apuntes y los tiró a la lumbre donde se consumieron en un pis pás. Me dijo que era un inútil y un fracasado. Sin dignidad porque iba a la escuela con niños mucho menores y no entendía que la educación no es para personas como yo”, comparte Aban tristemente.

Aban pensó que tal vez su padre tuviera razón, y así lo trasmitió a sus maestros. Ellos, sin embargo, le animaron a que no abandonara. Así que, reanudó sus estudios, pero a escondidas. Su padre le apalizó todas las veces que supo que había estado en la escuela. Pese a lo cual, Aban siguió en el colegio hasta alcanzar el tercer grado.

Recientemente, la dirección de la escuela se ha entrevistado con su padre y su madre, y les han dicho que el chico es muy inteligente. Al padre le ha molestado saber que ha seguido estudiando pese a su prohibición, pero a la vez está orgulloso de que sea de los más inteligentes del colegio. La madre se ha emocionado al enterarse de que lo van a derivar a otro centro donde podrá examinarse y obtener su certificado oficial de estudios. Con todo, Aban ha tenido que comprometerse a seguir trabajando y entregar a su padre el sueldo íntegro.

Ahora va a la nueva escuela de nueve de la mañana a dos de la tarde, y trabaja como camarero de cinco de la tarde hasta las dos o tres de la madrugada. Se sacrifica para mantener ese ritmo, pero está muy contento por demostrar a su padre lo que es capaz de hacer. Da gracias a quienes le ayudan y le animan cada día. Por último, tiene otro secreto relacionado con algo que trasciende a la vida terrenal ¿intuyes en qué consiste su secreto?

Aban es una persona de alto potencial que solo necesita herramientas para desarrollarlo, pero como él hay muchos niños en los campos de refugiados en el Líbano.

Por eso, en 2023 queremos seguir apoyando a 100 niños y niñas que, como Aban, luchan cada día para cambiar su futuro, pero que necesitan de personas como tú para conseguirlo. ¿Nos ayudas?

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