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Cuando me dijeron que podía ir a Líbano, para conocer la labor que Alianza Solidaria realiza allí a través de Together Family, no sabía qué esperar y empecé a buscar reportajes e imágenes en internet. Pensé que estaría preparada para ver y conocer su situación pero encontré cosas que se salían de todo lo que esperaba.

Cuando llegué al país, me encontré con una gran mezcla. Por un lado, podía ver edificios grandes, nuevos y bonitos. Veía a gente con un buen nivel económico y zonas limpias. Por otro lado, vi calles llenas de basura. Vi a mujeres y a sus bebés viviendo en la calle, y vi a niños y adolescentes desnutridos, pidiendo y trabajando en la calle.

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El primer par de días lo pasé en un campamento con adolescentes que habían sufrido algún trauma durante la guerra de Siria y que habían huido al Líbano. Conocí a gente a la que se le había arrebatado su infancia. Conocí a una chica que había visto cómo mataban a su hermano mayor, a un joven al que habían intentado matar unos chicos en Líbano, por ser un refugiado y a un niño que vivía en la calle con su familia desde que habían huido de la guerra. Conocí a gente muy valiente.

Durante los siguientes días conocí a los bebés que han nacido en esa situación, en medio del odio que sufren los refugiados y en medio de esa necesidad. Vi cómo vivían en medio de la suciedad y el rechazo. Conocí a un bebé al que las ratas habían comido dos dedos y pude ver su miedo y su tristeza. Bebés como él no tienen acceso a sanidad o a educación.

Durante mi tiempo conociendo los proyectos allí, también pude conocer la realidad de las chicas y mujeres en los campamentos. Conocí a las adolescentes a las que sus familias, por necesidad, venden temporalmente a hombres y vi cómo volvían rotas. Vi la baja autoestima de las mujeres y cómo habían dejado de verse como algo que alguien pueda amar o valorar, o como algo que pueda merecer la pena.

Los últimos días, también pude conocer a los niños que pueden estudiar por los proyectos allí. Vi su necesidad cómo se les caían los pantalones por la desnutrición y vi sus dientecitos negros; pero también pude ver su esperanza y su alegría. Los vi sonreír mientras jugaban, vi su amor al cuidar unos de otros y su ilusión al mostrarnos sus dibujos.

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Sentí cosas muy diferentes durante ese viaje. Sentí impotencia al ver que a los gobiernos no les importa todo lo que está pasando, que ignoran el sufrimiento de toda esa gente y no dan soluciones, y porque esas personas son rechazadas donde están, pero tampoco pueden volver a sus casas. Sentí rabia por saber que todo este problema es causado por un interés económico y por el egoísmo; sentí mucha tristeza por el dolor y la desesperación de tanta gente. Pero también sentí esperanza al ver cómo Dios usa todo esto para restaurar vidas, al ver el amor de la gente que sirve allí, al ver la alegría de los niños que siguen jugando a pesar de todo lo que han vivido siendo tan pequeños.

A veces, nos parece que esta es una realidad muy lejana o un sufrimiento irreal, puede parecer que no hay absolutamente nada que podamos hacer, pero Dios puede usar todo, hasta la cosa más pequeña que podamos poner a su servicio: ir y dejar que Dios nos use allí; dar tanto como podamos, porque Dios puede usar TODO y algo tan pequeño como donaciones de 5€, 10€, 15€… puede dar de comer a un niño desnutrido; orar con fe, porque en Líbano vi cómo Dios responde oraciones y cómo es un Dios real que ama a la gente, al que le importa el sufrimiento, que se implica y que restaura vidas destrozadas.

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